Un colibrí, una ráfaga de vida, sorbe de una vibrante flor. Cerca, una hoja caída, antes verde y llena, se rinde al susurro del viento. La vida, una danza de vibrantes matices, arde brillante y luego se desvanece en un suave silencio. La muerte, una compañera constante, no es oscuridad, sino transformación. Del polvo venimos, al polvo volvemos, pero entre medias, una sinfonía de luz y aliento.