Los colores de la bandera española, rojo y amarillo, no son una mera composición visual, sino que encierran un profundo significado histórico arraigado en el pasado del país. La elección de estos colores refleja una decisión deliberada de simbolizar la unidad, el patrimonio y la amalgama de diversas regiones. Los vibrantes colores también representan la vitalidad y la pasión del pueblo español.
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La adopción del rojo y el amarillo se remonta al siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III. El monarca buscaba crear una bandera que representara la unidad de los distintos reinos que componían España. Los colores elegidos eran un homenaje a la Corona de Aragón medieval, conocida por sus tonos rojos y amarillos.
La incorporación de la Cruz de Borgoña al diseño reforzó aún más el simbolismo. Esta cruz, de color blanco, se añadió para representar la conexión con la Casa de Borbón, una familia real con lazos históricos con España. La disposición tricolor resultante -dos bandas horizontales de color rojo flanqueando una banda central más ancha de color amarillo- se convirtió en el patrón distintivo de la bandera española.
La atrevida y llamativa combinación es una representación visual de la animada cultura de la nación y del cálido clima mediterráneo. El rojo simboliza el valor y la fuerza del pueblo español, mientras que el amarillo refleja la abundante luz solar que adorna la Península Ibérica.